Habitualmente se habla de la asertividad como una habilidad social que nos ayuda a poner límites, a decir que no y a manejarnos mejor en las relaciones con los demás. Y es así, la asertividad es una habilidad de nuestra inteligencia social que nos ayuda a mantener una comunicación y un comportamiento equilibrado entre la agresividad y la pasividad.
Las personas asertivas son aquellas que conocen sus propios derechos y los defienden, y, al mismo tiempo, respetan a los demás. Son las que son conscientes del impacto que sus palabras y comportamientos tienen en los demás.
Podemos afirmar que hay tres estilos de comunicación:
Para desarrollar nuestra asertividad necesitamos aprender técnicas de comunicación asertiva pero también desarrollar otras habilidades más intrapersonales.
Un ejemplo. Para poder defender mis derechos de forma asertiva en una situación que considero injusta necesito hacer una buena gestión emocional de lo que estoy sintiendo. También necesito seguridad en mí mismo (relacionada con la autoestima) para ser capaz de expresarme asertivamente. Y, por último, debo ser empático para no dejarme llevar al extremo de la agresividad.
Es decir, para ser asertivo necesito autoestima, empatía y ser bueno en gestionar mis emociones. Por ello, tendré que trabajar también en estos aspectos para lograr convertirme en un experto de la asertividad. La buena noticia es que cuando consigo tener una comunicación y/o un comportamiento asertivo se ven beneficiadas esas otras habilidades. Me sentiré mejor conmigo mismo, seré más empático y mejor en la gestión de las emociones.
Como decíamos, necesitamos también aprender la parte técnica de la asertividad. Estas son algunas claves que nos ayudarán:
Aprender a ser asertivos es fundamental para vivir disfrutando de bienestar emocional. Cómo nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás determina en gran medida ese bienestar.