Ana Sanjuán — Blog

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Agilidad Emocional: qué es y claves para desarrollarla

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Peter Salovey, de la Universidad de Yale, y John Mayer, de la Universidad de Newhamsphire, definieron en 1990 la Inteligencia Emocional como la habilidad para manejar los sentimientos y emociones, discriminar entre ellos y utilizar estos conocimientos para dirigir los propios pensamientos y acciones.

Las definiciones que surgieron posteriormente han tenido en cuenta esta primera descripción. Y todas coinciden en una cosa: la inteligencia emocional es básica para que nos vaya bien en todos los aspectos de nuestra vida.

Pero además de tener Inteligencia Emocional y desarrollarla durante toda la vida, tenemos que saber cómo utilizarla en nuestro día a día para que nos ayude a actuar y a tomar decisiones.

Decisiones que estén acorde con nuestros valores.  Decisiones que nos ayuden a movernos en sociedad y en conexión con quien queremos ser en el mundo. Eso es lo que nos aporta la Agilidad Emocional.

Qué es la Agilidad Emocional

La Agilidad Emocional es un concepto creado por la Dra. Susan David, psicóloga y profesora de la Universidad de Harvard, quien la define así: La Agilidad Emocional es aprender a tener una relación sana con nuestras emociones para poder sacar lo mejor de nosotros mismos.

Teniendo en cuenta esta definición, se podría decir que este término significa trabajar en nuestras emociones pero también en nuestros pensamientos y en cómo ambos influyen en nuestro comportamiento y, por lo tanto, en las decisiones que tomamos.

Sabemos que no funciona controlar nuestras emociones ni tampoco ignorarlas, apartarlas u ocultarlas, porque eso hace que vuelvan fortalecidas y que acabemos actuando de manera que no nos beneficia. Y muchas veces, además, nos arrepentimos después. Tampoco funciona cuando las tenemos demasiado presentes porque les damos tanta importancia que nos acabamos creyendo que somos nuestras emociones. 

La Agilidad Emocional no es ser siempre positivo, no se trata de buscar siempre las emociones positivas y evitar las negativas. La Agilidad Emocional es aprender a identificar nuestras emociones. Todas. Y tratar de ver qué nos quieren decir, qué información me están aportando y tener los recursos necesarios para saber cómo decidir en esa situación. 

Este concepto también hace referencia al manejo de nuestras emociones para que jueguen en nuestro favor y no en nuestra contra: se trata de aprender a manejar nuestro mundo interior, que acaba por determinarlo todo, ya que puede ser el responsable de cumplir o no con nuestros objetivos.

Por otro lado, la Agilidad Emocional trata de elegir cómo responder. Nos abre este espacio que hay entre cómo nos sentimos y lo que hacemos en relación con nuestros sentimientos. Y ha demostrado ser útil para afrontar distintos problemas.

Cómo son las personas con Agilidad Emocional

  • Demuestran flexibilidad a la hora de manejarse en un entorno cada vez más complejo y cambiante.
  • Son capaces de tolerar altos niveles de estrés y de sobrellevar contratiempos mientras permanecen comprometidas, abiertas y receptivas.
  • Actúan de acuerdo con sus valores de una manera consciente.
  • Persiguen sus objetivos y metas a largo plazo.
  • Establecen relaciones satisfactorias con los demás.

Claves para desarrollarla

La Agilidad Emocional es un proceso y trabajar en ese proceso implica manejar cuatro elementos:

Mostrarse: Aceptar

Quiere decir aceptar y reconocer nuestras emociones.  Aprender a aceptar cómo nos sentimos y no sentirnos mal por eso, no juzgarnos a nosotros mismos por estar tristes o enfadados. Mostrarse es enfrentarse a las propias emociones, pensamientos y comportamientos con intención, curiosidad y amabilidad. Implica también exteriorizar las emociones.

Por ejemplo, si hoy estás enfadado, acéptalo y no discutas contigo mismo. No te quedes atascado pensando en si debes o no sentirte así. Acepta cómo te sientes y sé amable contigo mismo.

Distanciarse: Identificar

Después de aceptar nuestros pensamientos y emociones, el siguiente paso es desapegarnos de ellos y observarlos como lo que son: solo pensamientos y solo emociones. Implica alejarse, tomar distancia.

Es como vernos desde fuera. Y esto nos ayuda a que no nos controlen nuestras experiencias mentales. Para ello es fundamental aprender a etiquetar las emociones. 

Otro ejemplo: identificar bien lo que sentimos porque no es lo mismo estar enfadado que frustrado o desilusionado. Aprender a dar nombre exactamente a la emoción que está ahí, y en definitiva, adquirir vocabulario emocional, es fundamental.

Nuestros por qué: Comprender

Una vez que hemos aclarado y apaciguado nuestros procesos mentales y hemos creado el espacio necesario entre los pensamientos y el pensador, podemos empezar a centrarnos más en lo que realmente nos importa: nuestros valores fundamentales, nuestros objetivos más relevantes. Indagar en nuestros porqués. Desarrollar criterio propio para decidir quién quiero ser en esta situación. Decido hacer esto porque siento que es lo adecuado, lo que quiero.

Debajo de todas las emociones, tanto las agradables como las desagradables, hay información de las cosas que nos importan. Eso son los valores, los que nos van a ayudar a responder, a adaptarnos y a ser ágiles. 

Ejemplo: si para mí es importante estar sano, uno de mis valores tiene que ver con mantener una buena salud: ¿Qué elijo de postre?¿La tarta o la fruta?

Avanzar: Actuar

El último paso es pasar a la acción: cómo vamos a hacer cambios profundos que terminen convirtiéndose en hábitos. Y es que son los pequeños cambios, los compromisos de acción en el día a día, los que cuentan. Qué necesitas hacer en este momento, cómo quieres responder en esta situación

Último ejemplo: me siento mal porque algo no ha salido como yo esperaba. ¿Cómo puedo volver a intentarlo? Puedo pedir ayuda, volver a intentarlo mañana que estaré descansado, buscar otra posible alternativa para conseguirlo, probar de otra manera diferente. 

Conclusión

En definitiva, la Agilidad Emocional se trata de aprender a aceptar y experimentar la emoción de manera adecuada: a conocer cuál es exactamente esa emoción y aprender que es pasajera y que no soy esa emoción, y aprender a formular elecciones eficaces y actuar en consecuencia.