Los últimos cursos de la ESO y el Bachillerato son, en muchas ocasiones, complicados por la carga emocional que supone el estrés y la incertidumbre al que se enfrentan muchos alumnos y sus familias. Los chicos y chicas se ven obligados a tomar decisiones condicionarán su futuro, muchas veces sin los recursos necesarios para hacerlo. Además, deben pensar en su futuro a años vista en un contexto que cambia de manera constante y en el que cada vez hay más alternativas.
Son pocos los que lo tienen claro, la mayoría se sienten perdidos e inseguros y no saben cómo decidir la mejor opción. Junto a todas esas emociones, por su cabeza no para de aparecer una pregunta, ¿y si me equivoco?
Lo primero que me gustaría resaltar es que no pasa nada. Realmente no hay ninguna decisión definitiva. Ninguno de los posibles itinerarios es limitante, sino que abren diferentes oportunidades. Y estas oportunidades no son incompatibles.
Es importante que los estudiantes y sus familias entiendan que no se trata de elecciones que abren o cierran puertas, se trata de que existen diferentes combinaciones y que siempre quedará la posibilidad de escoger otro camino o reconducir una decisión si ya no lo veo tan claro.
Creo que este cambio de perspectiva es importante porque alivia la intensidad de las emociones y ayuda a creer en el derecho de arriesgarse y equivocarse. Aprender de los errores y buscar una solución constituye, al mismo tiempo, un gran aprendizaje que les servirá en otros momentos y ámbitos de sus vidas.
Muchas veces lo que les pasa es que ese miedo a equivocarse les lleva a decir que no les gusta nada. Eso les hace entrar en una espiral de desmotivación en la que acaban paralizados y no son capaces de enfrentarse a la situación.
Otras veces, lo que pasará es toman una decisión más por inseguridad que por convencimiento. Se ven debatiendo entre “lo que me gustaría y me da miedo” y lo que “me parece aceptable, pero no me gusta tanto”.
Y otras se debe a una falta de reflexión personal sobre lo que les gusta y lo que se les da bien, es decir, un nivel bajo de autoconocimiento.
Acompañarles y guiarles con una buena orientación vocacional les ayudará a aprender a pensar y a tomar decisiones responsables.
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